Los errores memorables son aquellos que te dejan una lección y
verdaderamente un arrepentimiento. La idea es no volverlos a repetir
aunque, tarde o temprano, aparece una situación similar y nos evoca
aquella "macana" que nos mandamos años atrás. Es lo que me pasó hace
poco tiempo en California, a donde había ido por razones de trabajo.
Había gente pescando en un muelle de la costa del Pacífico y me quedé
paralizado viendo una especie de mantarraya que, recién capturada,
luchaba por su vida. El detalle un tanto oscuro es que esa especie no
era comestible, y el sólo hecho de ver esa imagen me entristeció
muchísimo. Había una explicación particular para mi congoja. La escena
me retrotrajo a un recuerdo de la infancia, cuando vivía con mi familia
en Bahía Blanca. Yo tendría alrededor de diez años, corrían los años ‘60
y en mi mundo, en lugar de las modelos y las pasarelas, sólo entraban
los juguetes y las travesuras. Siempre esperaba con ganas las vacaciones
de verano en la escuela, ávido por salir a jugar a las bolitas o
completar un nuevo álbum de figuritas. Sin embargo, a mis amigos del
barrio y a mí también nos entusiasmaban juegos algo más violentos, como
armar hondas o gomeras para competencias de puntería. Un buen día —o,
mejor dicho, muy mal día— decidimos poner en práctica la eficacia de
nuestras gomeras cazando pajaritos.
La nota completa, en la edición impresa de Newsweek
http://www.elargentino.com/nota-165954-Mi-error-favorito.html
Por Brenda Salva