lunes, 22 de febrero de 2010

MISTERIOS SIN RESOLVER

Viajaba en tren, miraba a la gente alrededor, los bostesos eran tan seguidos que contagiaban. Era un día pesado, caluroso y húmedo. Tan característico de la previa de una gran tormenta. Una situación que para muchos puede sonar a embole, para otros es motivación a sacar la lapicera y cualquier papelucho para plasmar lo que en ese momento pasaba por la cabeza.
Antes de leer esto, por favor, comience a poner una leve sonrisa en su cara. Y antes que todo, no se tome nada en serio. Que estos misterios no me dejen dormir, no significa que a Usted le provoque el mismo efecto...

Yo me pregunto:
1. ¿Por qué la gente corre cuando llueve, si adelante también llueve?
2. ¿Cómo sabe un sordo que se le terminó el mate?
3. ¿Por qué la tostada siempre cae del lado de la mermelada?
4. ¿Por qué siempre excluyen a Mendoza de las promociones?
5.¿Por qué tratamos a los perros como bebés?
6.¿Por qué todo junto se escribe separado y separado se escribe todo junto?
7.¿Por qué da vergüenza eructar o lanzar gases en público y no toser o estornudar?
8.¿Por qué hay tanta diferencia entre las expresiones "hombre público" y "mujer pública?
9.¿Por qué abrimos la heladera como buscando respuestas sin sacar nada?
10.¿Por qué todo lo rico engorda y hace mal?

Alguien..¿se atreve a darme alguna posible respuesta de algunos de estos misterios?

Nadia Brenda Salva

viernes, 19 de febrero de 2010

LA VIDA DE UNA PLAZA MUTILADA

El Bicentenario es la próxima fiesta. Es un nuevo cumpleaños de aquel hecho que todos estudiamos en la escuela. En el día en el que un par de personitas con las gónadas en su lugar, pelearon por una independencia y la propia gobernabilidad. De pronto, un lugar dependiente de otra potencia, se convirtió en autárquico, en maduro y libre.

Supuestamente era el inicio de otra historia, el inicio de la toma de decisiones y la elección de nuevos rumbos. Esto era supuestamente. Pero henos aquí, doscientos años después de un suceso que parecía tener futuro, convertidos en la masa experimental que hace dos siglos, algunos pocos pensaban en nuevo mundo. Hoy, sin ser pesimista, sin pertenecer a ninguna doctrina religiosa, política o social, veo a mi entorno y percibo muchas clases de avances. Avances en delincuencia, ingeniosas técnicas de persuasión por parte de docenas de dirigentes políticos, increíbles maniobras de fraude y lavado de dinero, observo detalladamente el trabajo fino que se toma cada violador para con sus victimas, veo progreso en la inseguridad y penumbra en la salud. Observo detenidamente como la educación se va a pique y ninguno deja de improvisar nuevas alternativas, o supuestos mecanismos de innovación. Algunos dicen: -que se lleven más materias, esto menguará la deserción escolar. Otros reclaman: -más planes o paramos el país, y podemos comenzar con la previa. Inmovilizando media Ciudad de Buenos Aires. Por ahí, se escucha que el máximo poder del país (y obviamente no es Bergoglio), aconseja comer carne de cerdo para pasarla mejor en la cama. ¿Qué habrá querido decir? ¿Qué a ella le funciona y por eso, pase lo que pase en su Nación, conservará la calma y la paz? ¿Qué quiere decir eso de “no viajo a China porque el Vice no cumple correctamente su papel”? Estamos sacando trapitos al sol me parece…

Luego, para continuar con los festejos del Bicentenario, alguien que “dirige” la Ciudad de Buenos Aires, se cansó de cometer furcios y para festejar a lo grande su reivindicación, optó por hacerle un favor a la emblemática plaza de Pappo -o conocida como Plaza Roque Sáenz Peña- y “podó” el centenario ombú que refrescaba con su sombra las tardes de mates y biscochos en el pasto. Así es, puse la palabra “podo” entre comillas. Porque realmente no se le cortaron las hojitas al viejo ombú, sino que se lo asesinó en múltiples partecillas. Una sierra en manos de un o unos, incompetentes, poco a poco fueron matando el verde de esas hojas y reemplazando la vida por muerte. Tal como debería ser la premisa o el slogan de este pronto bicentenario. Maldita sea la ignorancia de tantos que tomaron el poder y los que se creyeron con la autoridad suficiente como para hacer semejante acto de vandalismo. Y si, es vandalismo. Prefiero mil veces pensar que un graffiti en una pared es arte. Si contar… la línea A del subte, está forrada con graffiti de ingeniosos artistas del aerosol.

Pero, ¿y ahora? ¿Qué quedó de un pobre ser vivo mutilado? ¿Dónde están todos esos grandes brazos que nos daban oxigeno y cubrían de los rayos de sol? ¿Quién cree que tiene tanto poder como para arrasar con lo que le obstruya el camino? ¿Esta era la tierra de la libertad? ¿Y el respeto por la vida cree que es solo aplicable a un feto en plena gestación? Vida es aquel ser vivo que solo esperaba que la lluvia lo riegue sin pedirle nada a cambio. Vida es ese que se aguanto lluvias, tormentas y calores extremos.

Gente, personas de verdad, vecinos con garra, con pasión, esos mismos que hace tres años festejaban la inauguración de una hermosa plaza, ahora pelean más que nunca y parece que la palabra resignación no forma parte de su léxico ni de su vida. Así lo demuestran, con años de trabajo intenso, con dinero sacado de su propio bolsillo para un espacio mejor para todos. Para hacer de un sueño en una bella realidad. Vale mirar bien dentro de los ojos que miran para construir. Son las personas las que hacen el lugar, no el lugar a las personas. Cualquiera que no crea que esto es así, que por favor, se acerque a observar o escuchar lo que un gran grupo humano tiene para decir. No son héroes aquellos con capa y que vuelan. No son héroes esos que se muestran por televisión las 24 hras. Son estos. Los que con perfil bajo buscan ser oídos y proclaman que la vida sea respetada así como cualquier ser viviente que respire. El ombú respiraba y nos daba un poco de eso con su sombra fresca los días de intenso calor.

La Asamblea de Vecinos de Villa Mitre y Santa Rita se junta, cual ritual, todos los domingos en la plaza de 11 a 19 horas. Esta gente es la que continúa luchando para que todos tengamos un lugar público donde relajarnos, tocar el pasto y ver el cielo acostado sobre la naturaleza en medio de la jungla del cemento. Este grupo humano es el que mira a los ojos de quien dirige para exigir lo que corresponde sin chuparse el dedo. Estas personas son las que denuncian la injusticia y con sudor, trabajan por un lugar mejor.

Ese era nuestro ombú. El mágico ser que custodiaba la Plaza del Carpo.

Por Nadia Brenda Salva

sábado, 6 de febrero de 2010

DE MENTES


Las nuevas enfermedades de los porteños

Es bien sabido que la velocidad en estos tiempos prima ante todo. La ciudad de Buenos Aires vuela. Sus integrantes, sus pobladores no paran de correr. Los almuerzos casi no existen, la comida al paso está de moda y tiene sus consecuencias. El subte siempre es más rápido que el colectivo, por ende se viaja casi de manera insalubre, pegados unos a otros, con calor y situaciones desagradables. El microcentro es intransitable desde las 9 de la mañana hasta las 16, aproximadamente. Y no sólo se congestionan las principales avenidas, sino que hasta las veredas son un caos. Tanta velocidad y tanta urgencia provocan las más inusuales enfermedades, de las cuales algunas llegan a transformarse en crónicas.

¿Quién no asocia la palabra psiquiatra con locura? ¿Quién ha dejado el prejuicio de lado con respecto a lo que usualmente se llama salud mental? Aquí en la ciudad de Buenos Aires, ya se suman más pacientes con síntomas de pánico, ansiedad y fobias.

De repente, la vida de alguien con su trabajo estable, una familia y un fin de semana para descansar pasa a ser una vida del temor. Un temor sin causa alguna superficialmente, inconmensurado. Raro. El temor a que llegue la noche y que, al apoyar la cabeza en la almohada, aparezca la peor pesadilla antes de dormir: el insomnio. La causa inexplicable que nos deja los ojos más abiertos que nunca. ¿Cómo no sufrirá insomnio o problemas para conciliar el sueño una persona que llega a su casa cargada de la adrenalina del día? ¿Cómo dejar esa carga detrás de la puerta de casa? Muchos suelen llevar su trabajo a la cotidianeidad del hogar, y ahí empiezan los problemas. Donde la barrera entre la carrera de todo un día y el relax no aparece.

Nictofobia es el terror a que llegue la noche, e inexplicablemente aparece en la vida de un pobre empleado que siente que no tiene las suficientes molestias como para sufrirlo. Es la típica pregunta formulada: ¿por qué a mí?

La noche muchas veces es el perfecto escenario de los niños y jóvenes en contacto con la tecnología. Sin la precaución de sus padres, se lanzan a chatear, a navegar por Internet en sitios insólitos, se enchufan en su cerebro la tan célebre Playstation, se alienan con mensajes de texto desde los más sofisticados celulares. Y de repente, son las 4 AM y la personita en vías de crecimiento aún no se ha arrimado a su cama. Si bien los niños de hoy saben mucho más que la generación anterior, el exceso del consumo tecnológico formará parte de una consecuencia insana para su desarrollo intelectual y hasta social.

Los niños ermitaños tienen razón de ser. En cuatro paredes encuentran algo más atractivo que una tarde soleada en una canchita de fútbol.

Una de las enfermedades que más ha crecido, en los últimos tiempos, son las mentales. Y la ansiedad pasa al primer lugar en ellas. Se trata de inquietud, tensión muscular, preocupación excesiva y trastornos en el sueño (insomnio, pesadillas, sudoración). Este tipo de enfermedades no discriminan en pacientes. Desde los 20 años, los síntomas ya pueden percibirse.

Pánico. La terrible sensación de muerte inminente cada vez atrapa a más personas en vísperas de su madurez. Quiero decir que al salir de la secundaria e ingresando a estudios con mayor complejidad aparecen los exámenes, y en esa época, el pánico aparece sin esperarlo. Muchos estudiantes lo sufren. Muchos a la corta edad de los 18 años ya consumen ansiolíticos y antidepresivos. Ya es cosa del pasado que la abuelita se tome un Rivotril o la pastillita para bajar un cambio e irse a dormir. Ahora, es cosa de todos y de todos los días.

Agorafobia, el temor a estar en lugares públicos. Imaginemos la situación de una persona que no puede ir al cine, que no puede disfrutar un paseo de compras o que ni siquiera puede ir a comer con sus amigos por un temor que lo invade sin explicación.

Ya es normal: todos y todas estamos locos. Locos de ansiedad, de miedo. La inseguridad no fomenta ninguna solución, las pastillas son sólo un parche ante la enfermedad. Y el estrés, definitivamente, es la enfermedad del siglo XXI.

¿Cómo modificar estos síntomas y actuar para que no nos ataquen estas inesperadas enfermedades mentales? Existe desde 1986 una técnica llamada Slow Life (algo así como la vida lenta), que consiste en bajar un cambio a la velocidad en la que actuamos todos los días, comer saludable y prestarle atención a las pequeñas cositas de la vida que pasan por alto. Es de lo más sencillo y reparador, y no se incluyen pastillas antidepresivas en esta técnica.

Se trata de dormir lo necesario respetando las horas mínimas de sueño. También es importante ingerir una dieta con alto contenido en frutas y verduras, y bajar el contenido en grasas. Practicar un hobby que dé tranquilidad, practicar actividad física moderada, no saturar la agenda con actividades, realizar una actividad a la vez -no varias al mismo tiempo-, no mirar el reloj a cada rato, comer despacio y masticar bien, disfrutar de la soledad y de una charla, dejar lugar en la agenda para pasar tiempo con amigos o algún momento de ocio.

Todo puede cambiar, si uno mismo se propone bajar la velocidad al transitar su propia ruta.


Nadia Brenda Salva

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